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Mojones fronterizos de los Pirineos

Mojones de la frontera hispanofrancesa en Girona
«Tratado de los Pirineos (1659-1868)»

Todo empezó el verano del 2013, cuando me encontraba en una cala ampurdanesa leyendo el libro Portbou, segle XIX. Inicis i engrandiment d'un poble de Joan Gubert i Macias. Maig 1990. PG Boniquet, S.A.

Un párrafo de dicha obra, en el que se trataba el tema de la frontera hispanofrancesa, estaba ilustrado con la fotografía de un enigmático número bajo una cruz, grabados entrambos en un peñasco situado en la cresta del Puig de Cervera o Puig de les Freses; tanto la misteriosa cruz como el conciso número destacaban en color negro sobre un fondo que formaba un rectángulo blanco.

Mojones de los Pirineos en la frontera hispanofrancesaMojón 601. Puig de Cervera o Puig de les Freses. (Marzo de 2014)

Como ya había cruzado la frontera varias veces por ese lugar recordé un par de fotografías que había tomado yo mismo unos años antes, en que precisamente aparecían ese tipo de números, en concreto el 600 y el 601. En aquel momento desconocía el significado de aquellos símbolos cincelados en la roca, pero saqué las instantáneas ―ya que sus dimensiones eran considerables― y pensé que más adelante ya encontraría la solución a ese extraño enigma.

Según el citado libro, resultaron ser unas marcas que forman parte de los 602 mojones de los Pirineos repartidos entre el mar Mediterráneo y el mar Cantábrico, y que delimitan la frontera hispanofrancesa según el Tratado de los Pirineos (1659-1868).

Como sea que en las fechas en que leía aquel interesante libro me encontraba preparando varias excursiones por el Paratge Natural d'Interès Nacional de l'Albera, decidí aprovechar la ocasión para localizar y fotografiar todos los mojones correspondientes al municipio de Portbou, del cual ya conocía sus playas, calas y demás rincones junto al mar, pero no así su extraordinaria montaña, parca en lo que a vegetación se refiere aunque pingüe en sucesos históricos.

Mojones de los Pirineos. Frontera España/FranciaMojón 600. Coll dels Belitres. (Marzo de 2014)

Fue de esta guisa como encontré, junto al sendero que conduce al Castell de Querroig, los mojones fronterizos correspondientes a los números 599 y 598, añadiéndolos a continuación a mi recién inaugurada colección fotográfica de mojones de los Pirineos.

Y así como el degustar una refrescante y espumosa cerveza entre amigos lleva irremediablemente a solicitar la siguiente, con los mojones sucedió exactamente igual. El 598 me llevó al 597, este al 596 y cuando completé la totalidad de los mojones situados en el término municipal de Portbou continué hacia el de Colera, y seguidamente al de Rabós, planteándome a continuación completar toda la comarca de l'Alt Empordà y proseguir después hacia la Garrotxa, el Ripollès y la Cerdanya.

Pero entonces descubrí que la empresa recién iniciada no iba a ser tan grata como imaginaba, ya que a la frontera se le antojaba abandonar de vez en cuando la senda marcada por el hombre para seguir sus propios derroteros. Para localizar todos los hitos fronterizos que me faltaban no bastaría con avanzar siguiendo las indicaciones de las rutas locales; precisaría examinar al detalle la cartografía, investigar en la red de redes, explorar arduos senderos in situ y sobre todo caminar durante jornadas enteras, sudando la gota gorda en verano, soportando el duro frío de los Pirineos en invierno o siendo azotado por la tramontana, cuyas ráfagas de viento huracanado no entienden de estaciones ni de fronteras.

Para este cometido solo me impuse la siguiente condición: aunque conocía a priori las coordenadas geográficas de todos los mojones de la frontera hispanofrancesa, no llevaría conmigo ningún sistema de ayuda tipo GPS para localizarlos. Confieso que algunos de ellos los encontré de forma adventicia; sin embargo y en mi defensa, como atenuante a mi favor, debo alegar que si los encontré era porque me encontraba merodeando precisamente por allí.

Esta condición se cumplió hasta alcanzar la cruz fronteriza número 508 y tiene su explicación: llegó un momento en que cada salida que realizaba me alejaba más de mi lugar de residencia, con el consecuente expendio de gasolina y tiempo. Si hasta ese momento había podido desembolsar sin ningún problema los gastos de desplazamiento de dos y hasta tres salidas para dar finalmente con algún mojón fronterizo que no se dejaba ver a simple vista, luego pasó a ser un dispendio innecesario que este intrépido y pertinaz tragaleguas no deseaba asumir.

Con todo y con eso tuve que repetir alguna excursión ya que el GPS no forma parte de una ciencia exacta (ya sea por la precisión inexacta del propio sistema ―al menos en su versión civil―, ya sea por haber introducido datos incorrectos en el receptor), y algunos mojones fronterizos se encontraban, a la sazón, al abrigo de las miradas foráneas, ocultos tras una espesa capa de zarzas y ortigas o enterrados bajo una manta de hojarasca, ya bien entrado el otoño.

Innumerables jornadas regresé a casa derrengado, tras hollar indómitos parajes a la caza de los viejos mojones de piedra ―algunos verdaderamente tronados aunque no por ello menos importantes―, pero sea como fuere…

¡Acabé encontrando todos los mojones fronterizos de los Pirineos situados en la provincia de Girona!

Cayetano.

«Apártate de los caminos frecuentados y camina por los senderos»

Πυθαγόρας

 

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